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jueves, 20 de mayo de 2010


Una historia de terror en la vida real







Un hombre se encontraba parado a la orilla de la carretera en medio de una oscura y tenebrosa noche mientras caí un fuerte aguacero.


Esto sucedió en la madrugada de un 31 de octubre -noche de brujas-, más o menos a dos kilómetros del cruce de una vía que conducía a dos pequeños poblados.


Pasaba el tiempo y el clima se ponía peor, y aún así, los pocos vehículos que transitaban a esa hora no le paraban a pesar de las señas que, en este sentido, les hacía.


La lluvia era tan fuerte que apenas nuestro personaje alcanzaba a ver a unos tres metros de distancia. De repente vio cómo un extraño coche se acercaba lentamente y al final se detuvo.


El hombre, sin dudarlo por lo precario de la situación, se subió al coche y cerró la puerta. Volteó su mirada y se dio cuenta, con asombro, que nadie lo iba manejando.


El coche, entonces, arrancó suave y pausadamente. Aterrorizado, miró hacia la carretera y se dio cuenta, con horror desorbitante, que adelante había una curva. Mojado hasta los huesos, se siente totalmente congelado.


Asustado. comienza a rezar e implorar por su salvación al advertir su trágico destino.


El hombre no ha terminado de salir de su espanto, cuando justo antes de llegar a la curva, una mano tenebrosa entra por la ventana del conductor y mueve el volante lentamente pero con firmeza.


Paralizado del terror y sin aliento, medio cierra sus ojos, se aferra con todas sus fuerzas al asiento e inmóvil e impotente ve como sucedía la misma situación en cada curva del tenebroso y horrible camino, mientras la tormenta aumentaba su fuerza.


Nuestro asustado personaje, sacando fuerzas de donde ya no quedaban, se baja del coche y se va corriendo hacie el pueblo más cercano. Deambulando, todo empapado, se dirige hacia una fonda que se percibe a lo lejos.


Entra en ella, y a pesar de la hora, pide dos "tragos dobles" de aguardiente y, temblando aún, les empieza a contar a los pocos contertulios que hay, la horrible experiencia por la que acababa de pesar y presenciar.


Se hizo un silencio casi sepulcral ante el asombro de todos los presentes. El miedo asomaba por todos los rincones del lugar.


A la media hora llegan dos hombres totalmente mojados, y molesto le dice uno al otro:


"Mira Juan: allá está el HP que se subió al coche cuando lo veníamos empujando".